Hace dos meses, el 26 de enero del año en este mismo periódico Clave Digital, publiqué un artículo titulado Haití y la Comunidad Internacional, en el cual enfatizaba la necesidad de crear una estructura institucional internacional, una especie de protectorado especial mixto o fideicomiso con el Gobierno haitiano, para recibir, manejar y entregar a los contratistas de bienes y servicios de obras en Haití. Señalaba que no era razonable creer o viable, que la comunidad internacional y países donantes, le entregaran tan altas sumas de dinero, US$ 1,500 millones o más al año al débil, fragmentado y descompuesto Gobierno haitiano, que carece de institucionalidad y de absoluta falta de confianza.
Insistir en una soberanía haitiana teórica y ellos tratar de manejar el dinero, solo le restaría fondos y asistencia para ayudar a su sufrido pueblo. Un país con 20,000 tropas extranjeras necesarias para mantener la paz interna y seguridad ciudadana, — de hecho tiene su soberanía comprometida — debería permitir igual coexistencia administrativa y financiera en el manejo de la ayuda económica internacional. Si no se crean organismos colegiados de co-administración o programas y proyectos manejados y ejecutados por cada donante o financiador, habrán muchas promesas y pocos fondos entregados de verdad y con urgencia.
Veo con grave preocupación la lenta ayuda para real recuperación de Haití. Es decir, instituciones y dinero para ejecutar proyectos de viviendas sociales, hospitales, dispensarios médicos primarios, rehabilitación de calles y carreteras, escuelas, hospitales líneas eléctricas, su estaciones, edificios gubernamentales, proyectos agrícolas de siembras de cultivo corto para alimentación, planes de reforestación inmediatas y otras obras de infraestructura y sociales. Se habla y teoriza mucho, pero la comunidad internacional y las Naciones Unidas no articulan un plan concreto, ni instituciones para manejar y administrar colegiadamente los grandes recursos que se necesitan. No se ha empezado ni una obra o proyecto en casi tres meses. Es increíble la lentitud.
Vamos mal y muy lentos. La comunidad internacional reaccionó muy bien, en la primera fase de ayuda humanitaria, de salvar vidas, alimentación y limpieza de escombros, pero va muy mal, en la fase de recuperación y desarrollo. Estamos casi a finales de marzo y todavía las Naciones Unidas, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea no tienen nada concreto instalado. No han creado una nueva institucionalidad mínima, mixta, internacional con el Gobierno haitiano. Esto es grave. Parece que Haití desea manejar los recursos, o que están perdiendo apoyo por la lentitud de ambos, la parte internacional y la interna.
Me parece que el Gobierno dominicano y sus Ministerios están tratando de hacer un esfuerzo de coordinación, pero me temo que no serán muy bien oídos. Los grandes donantes manejarán sus propias decisiones y trazarán sus estrategias y ejecutarán los planes de reconstrucción, con los aportes de sus Gobiernos directos o de los organismos internacionales. La República Dominicana debe cuidarse de la tentación de intentar liderar a la comunidad internacional. Nos dejarán en el aire y marginados a la hora de las decisiones.
La lentitud en reconstruir a Haití y crear empleos en las obras es una amenaza potencial para la República Dominicana. Con miseria, sin empleo y sin techo, podría venir una gran masa de personas desesperadas a nuestro país, quien los ha ayudado mucho, pero no puede cargar con un drama social de tal magnitud. No tenemos el dinero para cumplir con los pobres dominicanos, menos tenemos para labores de solidaridad vecina. Tiene su límite.
Haití es un problema demasiado grande, es un problema del mundo, y debe ser manejado por los Gobiernos de las grandes potencias y los organismos internacionales. Para mí debemos exigir más de la comunidad internacional y los Gobiernos de G-8. Ellos tienen el dinero y la institucionalidad. Deben declarar la reconstrucción de Haití de emergencia y actuar en consecuencia.
18 de marzo de 2010