HAITÍ Y LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

El triste y desgarrador desastre causado por el grave sismo que colapsó la Capital de Puerto Príncipe el 12 de enero con tres millones de empobrecidos habitantes, ha concitado la gran solidaridad de la República Dominicana y de todas las naciones. La tragedia vista a cada momento por la televisión ha causado un impacto de dolor, de sentimiento de humanidad y apoyo a todo el pueblo haitiano. Gobiernos y ciudadanos han contribuido con dinero, materiales, medicamentos, ayuda médica y socorrista para aliviar y brindar la justa solidaridad internacional.

El terremoto destruyó el 60 % de las casas y la infraestructura de la Capital y otras ciudades del interior. Un millón y medio de personas deambulan sin casas, techos o forma diaria de alimentarse y vivir ni trabajar. El Gobierno haitiano calcula los muertos en más de 200,000 y podría haber otros 100,00 heridos. Hay peligro de hambruna y de enfermedades. La crisis y el derrumbe y tragedia humana es realmente inmensa y exige un plan internacional también masivo. La respuesta para reconstruir y desarrollar a Haití tiene que ser diferente y nueva.

Los Estados Unidos, Canadá, Brasil España, la Unión Europea, Rusia, la República Dominicana, Venezuela, Colombia, Perú, Cuba, Chile, Argentina y muchos países más, todos han auxiliado al pobre país de Haití en estos momentos de dolor y tragedia. Las ONG´s sin fines de lucro, la Cruzada Roja Internacional, la ONU, y otras agencias, han demostrado su rápida capacidad de ayudar y de asistir un pueblo y Estado que colapsó por la violencia de la naturaleza. La hora de la solidaridad se sintió con vigor en todo el mundo. Nuestro Gobierno y el pueblo dominicano se empinaron y dejó a un lado pasados enconos y fue el primero en asistir y ayudar con comida, auxilios, medicamentos y la apertura de sus hospitales a todo el necesitado. El presidente Leonel Fernández actuó primero y ha ejercido un liderazgo efectivo muy loable.

Pero viene a la mente si este entusiasmo y real apoyo internacional será duradero en el mediano y largo plazo, o si en breve se olvida, por otra crisis en otro rincón del mundo. Hay el peligro de olvidar que Haití requiere de una enorme inversión y donaciones de dinero y materiales, que los organismos internacionales están evaluando y que en cualquier caso, serían cifras elevadas, de US$ 1,000 millones o más por un período de diez años. Hoy en día es imposible tener una cifra mágica, solo se sabe que es muy elevada y que se requiere de un compromiso a largo plazo.

Haití antes del terremoto, era ya lamentablemente, un Estado fallido, con instituciones muy débiles o inexistentes, con una frágil y dañada infraestructura física, de carreteras, acueductos, viviendas, puertos, proyectos desarrollo industrial o agrícolas y con un sector privado muy reducido y desigual. La pobreza alcanza el 80 % de la población y el desempleo puede ser del orden del 75 %. Apenas hay empresas privadas o públicas que generen mano de obra. La delincuencia, la altísima corrupción pública y privada y hasta el gran poder del tráfico de narcóticos y drogas, ha azotado a esa nación hasta destruir sus cimientos humanos, morales y económicos.

Sin institucionalidad y un Gobierno cohesivo, Haití se convirtió en un país atrapado y sin una verdadera salida de democracia y desarrollo económico, con empleo, equidad y educación y salud. Esta es la pura verdad. Haití solo no tenía salida, y la ayuda internacional, aunque nunca estuvo al alcance de sus necesidades, contribuyó a mantener el orden y organizar la paz. Los países donantes, no cumplían las metas y promesas económicas. Para mantener el orden interno y contralar la delincuencia y la violencia se ha requerido una fuerza internacional de cascos azules de la Naciones Unidas de más de 9,000 soldados y policías. Es decir, ya Haití estaba co-administrado, por una comunidad internacional de las fuerzas de paz de la ONU y de la ayuda de organismo internacionales privados.

Los Estados Unidos han desembarcado más de 7,000 soldados, médicos, socorristas, enfermeras (o) en una misión humanitaria trascendental que trabajará en coordinación de la ONU y de los Países Amigos de Haití que ahora celebran una Cumbre en Montreal de planificación. Este apoyo es humanamente muy necesario. En Estados Unidos se han recaudado más de US$ 360 millones, el Banco Mundial ha ofrecido para comenzar US$ 200 millones, la Unión Europea cerca de US$ 200 millones y así otros países y organizaciones civiles internacionales.

La supuesta nueva izquierda acusa esta ayuda de invasión, y eso no es más que jugar y politizar la ayuda humanitaria y jugar política con el hambre ajeno. Esos ataques le serán un boomerang político a estos profesionales de la discordia saturados de complejos históricos superados. Estoy seguro que a un niño sin padres, si casa y con hambre, le da igual, quién le pueda asistir en esta hora de luto y dolor. La solidaridad no tiene partido ni bandera, es un don humano universal.

Acaso quién desearía invadir y conquistar a Haití? Nadie. Para qué? Esos son delirios y fantasmas de la politiquería barata internacional. Esos gobernantes que critican a la ONU y a Estados Unidos deberían pensar en los 3 millones de personas de Puerto Príncipe que no pueden alimentarse, no tienen casa ni techo y requieren de todo tipo de servicios sociales y de salud. No deben pensar en sus agendas personales de auto-redentores. Esta no es hora de regatear la ayuda de Estados Unidos, ni de cualquier país. Que todos contribuyan a ese sufrido pueblo.

Ahora lo que es preocupante, y es la tesis de este artículo, es cómo se deberá manejar toda la ayuda económica internacional, de países donantes, nuevas inversiones, reconstrucción de infraestructura, ministerios, casas, escuelas, hospitales, caminos y carreteras y muchas cosas más. ¿Es viable y creíble que el debilitado Gobierno haitiano, éste y los próximos, puedan administrar esa ayuda y contribución económica? Creo que no podrá por sí solo. El Gobierno de Haití no puede con esta tarea monumental de ejecución de proyectos, de manejo del dinero, de organización e institucionalidad y de honradez y transparencia, que exigirá la comunidad internacional y los países y organizaciones donantes de fondos y recursos técnicos.

Se requiere, a mi juicio, un acuerdo entre un Grupo de la comunidad internacional y el Gobierno de Haití, para co-administrar por varios años la ayuda económica, mínimo cinco años, para asegurarse de estos recursos lleguen y que sean bien utilizados. Se necesita una presencia a mediano plazo de administradores y técnicos que estén mano a mano con los funcionarios haitianos. No sugiero como se hacía en el pasado establecer un protectorado bajo la ONU. No esto es diferente. Hoy en día no sería aceptable ni conveniente internacionalmente, ni para Haití y los haitianos. Hay que ayudarlos, no sustituirlos.

El presidente Preval ha dejado claro y muy correctamente que su Gobierno y su pueblo tienen la mayor responsabilidad, como ya ha dicho con orgullo, de levantar y reconstruir su nación. Pero no afectaría en nada a la soberanía de Haití, que actualmente desde hace años ha sido compartida, que se forme un Grupo o Comité de países gestores de la ayuda económica, y que el dinero se deposite en un fideicomiso internacional co-administrado por el Presidente y el Gobierno haitiano. Una Comisión o Agencia Ad-hoc de la comunidad internacional serviría para crear la confianza y se mantenga el compromiso de donar, prestar e invertir más de US$ 1,000 a US$ 2,000 millones por un período largo de cinco a diez años.

Hay que ser realista. La tragedia humana es demasiado grande y Haití para reconstruir su ciudad y desarrollar su economía e infraestructura, necesita de un esfuerzo especial de la comunidad internacional y de una co-habitación administrativa y financiera en la gestión y ejecución de los proyectos de infraestructura, de escuelas, de programas de salud y de educación. Esta tarea gigantesca requiere de un acuerdo novedoso especial entre Gobierno haitiano y la comunidad internacional.

Por el bienestar de su pueblo el Gobierno haitiano debe comprender esta necesidad y ayudar a crear una fórmula viable de co-administración por varios años. Con la falta de institucionalidad actual y ante la gigante labor que tiene por delante, no sería viable ni realista que el Gobierno haitiano pueda administrar toda la ayuda económica internacional de manera unilateral. No le darían el mismo gran apoyo económico y administrativo requerido. Además, no le conviene a la misma Haití, porque así pierde solidaridad y compromisos serios a largo plazo. Mientras más confianza brinde y establezca, más dinero e inversiones recibirán de la comunidad internacional, de Gobiernos amigos, de donantes privados y de ONGs. Por eso parece recomendable que se cree una co-administración ejecutiva de los recursos humanos, económicos y sociales que recibirá de la comunidad internacional y del grupo de Países Amigos.

26 de enero de 2010

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